Habíamos quedado a las nueve.
Sin darme cuenta se me había echado el tiempo encima y ya iba justo. Apreté el paso. Estaba claro que si llegaba tarde la encontraría enfadada y eso significaba mal rollo para rato.
Llegué a las nueve y dos minutos. La busqué por el local, pero no la ví. Me senté aliviado, desactivando las alarmas.
Al poco vino el camarero y me dijo, sin saber qué cara ponerme: 'hace un momento que se ha ido'.
Me quedé un poco sorprendido, la verdad. Me había acostumbrado a su mal genio, pero tanta mala leche no me la esperaba.
No es lo mismo. A eso no me voy a acostumbrar.
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2 comentarios:
Te entiendo, a veces tenemos días especialmente difíciles, en esos casos tal vez es mejor dejar pasar algunas cosas para evitar llegar a discusiones absurdas y eternas que no llevan mas que al agotamiento. Un beso.
Espero que la sangre no llegue al rio, tampoco tardaste tanto, hay algunas muy exigentes.
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